Convencidos firmemente que la unión, antes o después, se llevará a cabo, debemos replegar conscientemente nuestros egos, asumir nuestras diferencias y volver a los inicios. Observar y analizar todo el bien que nos legaron los espíritus superiores en la Codificación Espírita, comprendiendo que sólo paso a paso, sin prisas ni saltos, podremos construir un movimiento Espírita unido.
Es para nosotros un honor presentar este interesante documento. Se trata de un trocito de la historia del Espiritismo en nuestro país, uno de los muchos trabajos que se divulgaron en pleno auge del Espiritismo en España.
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Antes de explorar las relaciones, paralelismos o concomitancias entre los dos conceptos que representan el título de este artículo, sería conveniente establecer la definición de los mismos así como la etiología y naturaleza de ambos.
Habían transcurrido pocos años de la celebración del Congreso Nacional de Espiritismo en Octubre de 1981, donde grupos de Madrid, Terrassa, Reus, Igualada, Villena, Huesca, Vigo, El Grove-Pontevedra, Montilla, así como representantes internacionales de Portugal, Colombia, Italia, Inglaterra, Brasil, fueron convocados por el Presidente de Honor Don Rafael González Molina. Después de haber sido legalizada, tras incontables obstáculos, la Asociación Espírita Española para agrupar unas inquietudes que hacía mucho tiempo que anhelaban comunicarse, siendo la respuesta tal, que desbordó todas las previsiones.
Siendo el fenómeno mediúmnico independiente de creencia, nacionalidad, raza, cultura, condición social etc., se manifiesta en todas partes, a cualquier tiempo, por intermedio de personas conscientes o no de que existen los Espíritus y de que ellos se comunican con los llamados vivos.